domingo, 12 de abril de 2020

Lo que debo saber y LO QUE NECESITO saber



Hoy no os habla el periodista, hoy no os habla el escritor, hoy os habla Miguel, el padre que lleva más de un mes y medio confinado con sus hijos; el marido que ve ir y venir diariamente a su mujer de su trabajo en el hospital; el hijo que llama cada día por teléfono a sus ancianos padres confiado en que todo siga bien; un tipo normal que no está haciendo ni más ni menos que lo que estáis haciendo cada uno de vosotros, con esfuerzo, sacrificio y con las únicas conexiones con el mundo que un móvil, un ordenador y un balcón.

En el balcón, cada día a las ocho de la tarde, adivino miope las sonrisas cómplices de quienes me agitan el brazo, identificados en esta lucha de estarse quietos, que es la mejor forma ahora de mover el mundo hacia donde queremos.

En el teléfono, cada día, escucho y me escuchan, me desahogo y se desahogan, quienes quiero y me quieren, quienes se interesan y por los que me intereso, en busca de aliento y de confirmar que vamos por el camino acertado para salir de este pozo.

Por último, a través del ordenador intento saber qué está pasando y, si os soy sincero, en determinados ámbitos del mundo de la comunicación sólo encuentro la información de lo que "debo" saber, pero me cuesta encontrar la información que "NECESITO" saber.

Ya sé que debo saber y deben contarme si mi Gobierno me está gestionando bien, ya sé que debo saber si acierta o se equivoca, si planifica o improvisa, si rectifica o persevera, si me encamina al abismo o al final del túnel.

Ya sé que debo saber y deben contarme si la oposición ejerce su labor de control y de responsabilidad, si suman o restan, si en la medida de sus posibilidades ayudan a mejorar o no son más que un cero a la izquierda.

Ya sé que debo saber y deben contarme la lucha de los héroes que están en primera línea, personal sanitario, fuerzas y cuerpos de seguridad, logísticos, su día a día, sus carencias y dificultades, sus demandas y sus anhelos, sus frías cifras y sus más profundos sentimientos, su drama diario, su ansia por respirar y que respiren quienes están alrededor.

Ya sé que debo saber y deben contarme el alto precio de la pandemia, el sufrimiento diario de quienes están sufriendo, el dolor de todos los que han sido golpeados directamente, solidario en escuchar su lamento, en leer su pesar para al menos servir de gota de consuelo.

Ya sé que debo saber y deben contarme las consecuencias desastrosas en el empleo, en las empresas, en la economía presente y en la economía futura, con escenarios desoladores, que ahora mismo son un muro que se antoja imposible de resolver a corto, medio y largo plazo, con análisis devastadores sobre impactos psicológicos, sociales y culturales capaces de marcar una era.

Por último, símbolo de este dolor, ya sé que debo saber y deben contarme diariamente el número de muertos, el triste destino de sus cuerpos y de quienes no pueden velarlos, el número y las vidas que escondieron y han quedado segadas, ese número, al que aferrarse como termómetro del dónde estamos.

Con todo, hay un simple dato, muy simple, sepultado todos los días bajo miles de cifras, bajo miles de emociones, bajo miles de historias, que lo hacen secundario entre parrafadas y titulares, que ya no sé si lo debo saber pero sí se que lo NECESITO saber, desesperadamente lo necesito saber porque todo lo demás, todo eso otro que debo saber me está hundiendo psicológicamente y, además, para nada.

El dato que yo diariamente NECESITO saber y deben contarme, ese dato es el número de contagiados, su porcentaje, su evolución, me da igual la perspectiva de la estadística pero ese dato no sólo debo saberlo sino que lo NECESITO bien grande, por favor, bien grande en los titulares, porque ahora mismo es mi única meta vital, lo único que me mueve.

Yo, como tú, como todos, ahora mismo no tengo otra misión. Me he quedado en casa sin más vida que cuatro paredes pero no para salvar las vidas de quienes ya han enfermado, que ni sé ni puedo; no para salvar las vidas de quienes están en las UCIs, que ni sé ni puedo; y no para salvar las vidas de quienes han fallecido, yo ya no puedo hacer nada por ellos; las únicas vidas que puedo salvar son las de aquellos que con mi confinamiento evito que se contagien, es la primera trinchera de esta guerra y por eso NECESITO saber si estoy logrando mi objetivo, si estoy triunfando, necesito esa fuerza, por favor, para perseverar si el dato es malo, para esperanzarme si el dato va mejorando.

Supongo que alguien no quiere que me relaje, supongo que no es buena la euforia y piensan que un dato bueno como el de hoy domingo, con el número de contagios más bajo en tres semanas, invita a que algunos dejen de tomarse todo esto en serio.

No obstante, aquellos que somos responsables, tú y yo y tantos otros, ninguno saldremos hasta que nos lo ordenen y por eso, mientras tanto merecemos diariamente, aunque todo sea una tragedia infinita, esta luz para no rendirnos, esta luz, lo primero de todo en las informaciones, lo primero, que la esperanza crece despacio en estas horas, pero es que es lo único que nos alimenta.

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