sábado, 18 de noviembre de 2023

Una oración por los políticos que a estas horas viven pendientes del teléfono

 


A estas alturas del fin de semana, ofrezcamos una oración por los que ahora mismo viven sin vivir en ellos pendientes del teléfono, un buen puñado de españoles que han visto prolongada su agonía más de lo esperado, toda vez que el investido presidente, Pedro Sánchez, ha decidido tomarse el fin de semana para seguir meditando la composición de su gobierno y no anunciarlo, como en un primer momento estaba previsto, para este mismo sábado.

Todo parece indicar que no habrá anuncio hasta el lunes, anuncio que a los directamente implicados no se les suele comunicar hasta muy pocas horas antes para evitar cualquier tipo de filtración y siempre tener hasta el último minuto todas las posibilidades abiertas.

De esta forma, son muchos los que en estos momentos viven literalmente colgados del teléfono, angustiados a la espera de una llamada.

Por un lado, antes que nadie están los ministros en funciones, que aguardan a esta hora con inquietud la llamada del presidente, en la cual les tendrá que comunicar si siguen en su cargo o si finalmente son cesados porque ya no gozan de su confianza de cara a la próxima legislatura.


Por otro lado están los que aspiran a ser nombrados y ocupar las vacantes, tampoco muy definidas pues no se sabe finalmente de cuántos ministerios constará el nuevo gabinete.

Entre los que se creen o se saben con alguna posibilidad de formar parte del nuevo gobierno están los que han recibido algún guiño por parte del entorno del presidente y de la coalición; están los que se consideran merecedores de tal responsabilidad y su compromiso con el partido les otorga opciones; están por supuesto los que han aparecido en las quinielas de los medios de comunicación aunque a lo mejor ni siquiera han pasado ni por un instante por la cabeza del presidente para asumir el cargo, e incluso hay algún outsider que recibirá una llamada inesperada fruto de las ocurrencias de todo líder político, pues todos las tienen.

Todos aguardan durante estas horas impacientes a que suene el teléfono tras cumplir con la consigna clara del entorno de no quedar en ningún momento fuera de cobertura.

Algunos esperan la llamada con anhelo, otros con inquietud y otros con horror porque no todo el mundo tiene por qué querer el cargo y tampoco todo el mundo tiene el valor para contestarle al presidente lo que realmente le gustaría.

Brillan en este momento con luz propia la ambición, brilla el orgullo, brilla la debilidad ante el halago por la elección, brilla lo que se considera cumplimiento del deber, brilla el pago y el cobro de las deudas pasadas y la renta de las deudas futuras y brillan el río y la vorágine y el dejarse llevar, que también lo hay.

Pero ser o no ser ministro no es la única cuestión que se dirime en estos momentos. Detrás de cada ministro vendrá un inmenso número de cargos y de asesores dependientes de cada ministerio y todos ellos de la confianza de quien va encabezar la cartera, que se verá en la tesitura de cambiar a mucha gente simplemente por el hecho de cambiar, puesto que en esta ocasión ni siquiera ha habido cambio de partido en el gobierno. Toda esa segunda línea de futuros posibles nuevos cargos también anda inmersa este fin de semana en clara tensión y preocupación.

Con todo, antes de pensar en los que están por venir pensemos por un instante en todos esos ya mencionados ministros en funciones sobre los que el presidente finalmente decidirá su cese. Pensemos en su contrariedad en unos casos, en su sensación de profunda injusticia en otros por entender que merecen con todas las de la ley seguir en el puesto. Pensemos en la frustración por considerar que han dado la cara por el gobierno y por este presidente y no se les paga de la manera debida. E incluso también pensemos en aquellos que van a recibir la llamada del cese con alivio porque están deseando que pase de ellos definitivamente este cáliz, que a veces se vuelve demasiado amargo.

Por eso mismo pensemos, insisto, no solo en los que estarán exultantes porque el presidente les ha seleccionado, sino, por ejemplo, también en todos aquellos que estaban convencidos de que esta vez era su momento y de que por fin iban a tocar pelo en el gobierno y que, al final, la semana que viene seguirán en un segundo plano o en un puesto con menor prestigio. El presidente no se ha acordado de ellos y, si se ha acordado, tengan claro que jamás lo sabrán con seguridad porque eso queda dentro de la cabeza del que está al frente del país.

Todas estas emociones, todos estos sentimientos, todas estas frustraciones están pugnando de manera más que intensa en la cabeza y los corazones de numerosos responsables públicos a lo largo de las horas de este inacabable fin de semana.

Emociones sentimientos y frustraciones que son la pura esencia de El Cese, novela que ve la luz en un momento inmejorable para poner el foco en esta parte de la política, no demasiado bien conocida y donde se pone en juego de qué están hechas todas y cada una de estas personas, que, de una u otra forma es lo que son los políticos, personas.



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