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Cuadro de Audrey Hepburn que Patricia tenía apoyado en el suelo del salón de su apartamento. |
Desde ese cuadro, el mismo de la imagen, Audrey enfrenta a Patricia y a José Antonio con sus miedos y osadías, es su tierna y tenaz conciencia con, eso sí, Louis Armstrong cantando de fondo, como recordábamos en el anterior post, porque suyo era el disco que pinchó Patricia, aunque la melodía que suena, como no podía ser de otra forma, es "Moon river", el tema de Henry Mancini para la película que convirtió a Audrey en mito: "Desayuno con diamantes".
ESCUCHAR "Moon river" por Audrey Hepburn en "Desayuno con diamantes". |
Dicen que Mancini anduvo un mes perdido sin encontrar inspiración para aquella banda sonora, hasta que decidió fijarse en los ojos de Audrey Hepburn y, en apenas 20 minutos, brotó una de las baladas más emocionantes de la historia.
En "Desayuno con Diamantes", Audrey es esa "very lovely" and "very frightened girl" sobre la que el escritor interpretado por George Peppard teclea en su máquina de escribir, justo al comienzo de la escena, justo cuando Audrey mece la guitarra y brota su dulce voz, tímida pero que se rasga especialmente, como le pasa a Armstrong, en el arranque del verso "two drifters, off to see the world", two drifters, dos vagabundos, como José Antonio y Patricia, en busca del aliento que les haga recorrer el mundo, aliento en esa mirada de Audrey reforzada en el cuadro por el descaro de esos tocados de "My fair lady", imposibles, funambulistas, como esta historia de amor de Patricia y José Antonio, contenida e interrumpida.
He aquí el pasaje de "Tiempo de Tránsito", sin duda, uno de mis preferidos, en el arranque de una cena que tendrá consecuencias imprevisibles:
Audrey no te miraba ni con inocencia, ni
con fragilidad, ni con picardía, ni con desconcierto, ni con sorpresa, ni con
tristeza, ni con entusiasmo, ni con misterio, ni con rabia, ni con
incertidumbre, ni con sensualidad, ni con miedo. En casa de Patricia, Audrey
sólo te miraba esperando una respuesta y, era tan intenso su porqué, era tan
magnética su insistencia que tenías que bajar la mirada y, cuando conseguías
que tu conciencia se enredara en el monótono estampado de la alfombra, volvías
a la carga en busca de su inocencia, su fragilidad, su picardía, su
desconcierto, su sorpresa, su tristeza, su entusiasmo, su misterio, su rabia,
su incertidumbre, su sensualidad y su miedo, con una inútil esperanza, pues su
interrogante era un garfio clavado en el cuello.
Ella seguía allí, como el primer día, apoyada
en el suelo, al fondo del salón, enmarcada, con su inmenso sombrero de “My fair
lady”, y José Antonio, compadecido, tuvo un arranque de galantería:
-¿Quieres
que te ayude a colgarlo?
-¿Piensas
que está en el suelo porque no sé colgar un cuadro? –le había respondido Patricia
sin querer perder la sonrisa.
Louis
Armstrong surcaba a lo lejos “Moon river” y su profundo gorjeo caldeaba la
habitación: “…two drifters off to see the world…”
ESCUCHA AQUÍ la versión de Louis Armstrong de Moon River
¿Cuál te gusta más, la versión de Audrey Hepburn o la de Louis Armstrong?
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