martes, 4 de abril de 2017

40 PIES



"...me duele, me estalla la cabeza, me golpeé, golpeado, me estalla, me han golpeado, me estalla, avanzo, me arrastro, por el suelo, me arrastro, una pared, sí, llego, una pared, sí, de hierro, frío, suena, de hierro, los nervios, de hierro..."

Así irrumpe en "Tiempo de Tránsito" uno de los escenarios claves de la novela, con estas palabras se desata toda la angustia y la histeria vital de un espacio que es una cárcel incontenible, que es un confinamiento irrefrenable, que es una prisión desatada e inhumana que libera las cuestiones humanas más básicas.

Es un espacio absolutamente vacío para una mente absolutamente vacía.
Es la nada para quien no tiene nada, para quien no recuerda nada.
Es un sinsentido para quien tiene privados sus sentidos pero sólo encontrará la liberación gracias a sus cinco sentidos.

Es el hábitat que encarna esa simbiosis vital de vida y logística que ilumina la novela; esa fusión metafórica y real de vivir y transitar; esa íntima comunión de construir día a día un camino que empieza y termina pero que, sobre todo, se recorre, las personas y las cosas, los seres humanos y las mercancías, en un tránsito permanente.

Es un contenedor porque no hay mejor forma de representar la esencia de la logística; es un contenedor, porque es el mejor espejo para reflejar la esencia emocional de "Tiempo de Tránsito"; es un contenedor, que todo lo contiene, que todo lo encierra, que todo lo reprime pero que, antes o después, tiene que abrir sus puertas. Al fin y al cabo, en la vida el tránsito nunca es infinito, todo tiene un tiempo.

Contenedores vacíos de 40 pies apilados frontalmente, con las puertas en primer término.

El contenedor de "Tiempo de Tránsito" es un "40 pies" estándar, como los que aparecen en la imagen sobre estas líneas. Su interior, representado en la fotografía con la que se abre este artículo, es un espacio de paredes metálicas y nervadas, con un suelo protector de madera y una longitud de poco más de 12 metros de largo por 2,34 metros de ancho y una altura de 2,29 metros.
Son aproximadamente 3,78 toneladas de estructura con capacidad para transportar 28,7 toneladas, es decir, en total unas 32 toneladas, siempre que se cumplan los pesos máximos.

El volumen son unos 67 metros cúbicos. Es decir, en "Tiempo de Tránsito" ese es el espacio real para estar y, sobre todo, para intentar ser.

En este caso, además, el valor simbólico del contenedor es aún más trascendente si cabe por el hecho de que en una novela ambientada en el sector logístico no se podía escoger un mejor eje para la trama que precisamente un contenedor, al fin y al cabo el núcleo básico de todo proceso logístico moderno, sobre todo desde que se desatara su revolución a mediados del siglo XX y desde que se convirtiera en el elemento intermodal por excelencia, capaz de contener todo tipo de carga y de poder subirse sucesivamente al barco, al tren o al camión.

El 26 de abril de 1956 se inicia la era de la contenerización en el Puerto de Newark (Nueva Jersey) con la primera carga de un  contenedor sobre la cubierta del viejo petrolero reconvertido “Ideal X”.

El contenedor nace para la historia de la humanidad y de la logística en 1956, con su primer embarque en el puerto de Newark (imagen superior).

Su creador fue el estadounidense Malcom McLean, nacido en Carolina del Norte en 1913. Había iniciado su actividad con un camión de segunda mano que había adquirido por 120 dólares y lo había convertido en la segunda mayor empresa de transporte de Estados Unidos con más de 1.700 camiones.

Un día, mientras esperaba la descarga de sus camiones en un puerto de Carolina del Norte, se percató de la pérdida de tiempo que suponía cargar el vehículo y descargarlo para posteriormente tener que poner la mercancía en la bodega del barco y emprender el viaje. Para resolver este problema, McLean planteó un sistema por el que la carga fuera apilada una sola vez dentro de un contenedor y éste, a su vez, pudiera ser transportado en barcos o en camiones.

Así nació el contenedor o container, al inicio cajas metálicas de unos diez metros de longitud, superponibles a varios niveles gracias a un armazón reforzado y provistas de piezas angulares agujereadas que permitían tanto ser transportadas sobre la carrocería de los camiones como su manipulación y estiba en el puente de viejos petroleros.

Malcom MacLean, padre de la contenerización logística.

Aplicando su lema "Un barco sólo gana dinero cuando está en el mar", MacLean se apoyó en el contenedor para fundar la naviera Sealand y generalizar su uso en todo el mundo. Gracias a su estandarización como norma ISO y a sus claras ventajas productivas, el contenedor representó una revolución que llevó a la construcción de buques específicos para su transporte, grúas portuarias especializadas para su manejo, así como plataformas para camiones y vagones ferroviarios.

Hoy el comercio mundial no se entiende sin el contenedor y su futuro está más garantizado que nunca, como demuestran los nuevos buques supergigantes de 400 metros de eslora y capacidad para más de 20.000 contenedores que vienen introduciendo en los dos últimos años las grandes compañías navieras en todo el mundo.

En uno de estos buques viaja el contenedor de "Tiempo de Tránsito", que tiene mucho de angustia y de asfixia, pero también de introspección, de desnudez y de instinto.

Muchos de los profesionales que trabajan diariamente cargando y descargando contenedores y, sobre todo, llenándolos y vaciándolos, han experimentado alguna vez el miedo atroz a quedarse dentro encerrados.

En "Tiempo de Tránsito" ese miedo se hace realidad...

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