Hay quien escribe en silencio en busca de silencios; hay quien encuentra en los silencios la vociferante estela de vidas y dramas que se desgranan a portazos; y hay quien vocifera o como mínimo masculla diálogos y fraseos mientras abre y cierra puertas porque la vida que se deletrea necesita ser esculpida al momento, tal vez para creérsela, tal vez para creer que es cierta, tal vez para hacerla verdad, como el genio que golpeó la rodilla del "Moisés" y gritó: "¡Habla!"
"Tiempo de Tránsito" se escribió de madrugada, cuando mi mujer y mis hijos ya estaban durmiendo, en la soledad de un salón en penumbra, el tiempo detenido, las calles vacías, las farolas amarillas, pero nunca en silencio. Necesitaba sorber angustias, vacíos, asfixias, lamentos, incomprensiones, desesperaciones; necesitaba penetrar en aquella atmósfera, bajar al ruedo, abandonar el borde del acantilado y despeñarme por el crudo tránsito de todos y cada uno de los personajes.
Por eso mis dedos retumbaban en el teclado al mismo ritmo que en mis oídos estallaba la música que exactamente en cada momento escuchaban los personajes, en una fusión entre dos dimensiones que vaciaba de emociones cada mirada, cada paso, cada recuerdo, cada respiración, cada lágrima.
En algunos casos la música sonaba en la novela y me obligaba a parar en su búsqueda para seguir avanzando. En otros, sonaba la melodía en mis oídos y terminaba enredándose en la trama haciendo suyos los mares, las calles, las ventanas, las grúas, los raíles, los hospitales, los horizontes.
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Vanesa Martín. |
No hay verso en "Durmiendo sola" que no susurre la trascendencia de amar y fracasar, de soñar y estrellarse, de soltar amarras y naufragar, y levantarse y mirarse al espejo y reconocerse al fondo del abismo y dudar, y ser fuerte, y levantarse, levantarse, ¿he dicho ya levantarse? Sí, levantarse, ese gesto mínimo y decisivo para retomar el rumbo al que aún estaba aguardando José Antonio.
Tal vez las palabras más significativas de la canción y que se recogen en "Tiempo de Tránsito" sean las de "y te pido aún que me perdones, por fallarte cuando no debía", en ese estadio de debilidad entre el arrepentimiento y la excusa, entre la valentía y la duda, esa que no abandonaba a José Antonio, esa en la que estaba atrapado tras ser abandonado por Cristina y que a lo largo de toda la novela le impide adentrarse en lo más profundo del alma de Patricia.
Disfrutad el tema. Suena triste, ya, muy triste. Así es también a veces la vida. ¿Alguien lo duda?
ESCUCHAR AQUÍ DURMIENDO SOLA DE VANESA MARTÍN
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