lunes, 24 de diciembre de 2018

Última llamada


Como todos los años, me gustaría compartir con vosotros mi relato navideño, publicado como es tradicional en el Especial Navidad de Diario del Puerto, en esta ocasión bajo el título de "Última llamada"Mis mejores deseos para estas fiestas y que nunca, nunca os dejéis de sentir acompañados.



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Última llamada
Por Miguel Juan Jiménez Rollán

-Tenemos tiempo para una llamada más. A ver si está por ahí… ¿Carmen?
-¡Carlos!
-Qué tal, señora, cómo está…
-Qué alegría más grande hablar contigo, qué alegría.
-La alegría es mía señora, un placer, a sus pies.
-Cuántos años queriendo hablar contigo, cuantísimos años.
-Mujer, tantos, tantos no serán, que me hace muy mayor.
-Uy, mayor, qué mayor, si sigues hecho un bombón, que te vi ayer por la tele.
-Gracias señora, gracias, no me abrume.
-No como yo, que ya son 81.
-Nada, nada, 81 primaveras, 81 rayos de sol sobre 81 rosas de rojo pasión, 81 nenúfares en 81 estanques de agua cristalina, 81…
-Encanto, eres un encanto.
-Usted sí es un encanto… pero venga, vamos, al lío, que se nos va el tiempo y no queda ya nada de programa. ¿De qué me quería hablar, señora?
-Ay, no sé por dónde empezar. Qué ganas tenía de hablar. He querido llamarte tantas veces, contarte tantas cosas. Hay tantos temas…
-Me hago cargo, mujer, me hago cargo, pero ya sabe que hoy estamos en modo original y rompedor y nos ha dado por hablar de la Navidad. ¿Ese tema cómo lo lleva usted?
-Regular, Carlos, regular.
-¿Y eso por qué?
-Porque nada es igual.
-Ya…
-Y Alfonso ya no está.
-¿Alfonso era su marido?
-Mi marido.
- Ya lo siento. ¿Ha fallecido recientemente?
-No, no, qué va, Alfonso el pobre falleció hace lo menos 23 años.
-¿Entonces?
-Mis cuñadas, todo ha venido por mis cuñadas.
-¿Solía pasar con ellas la Navidad?
-Uy qué dices, con ellas… Vamos anda, ay que me entra la risa, con ellas… Qué va…
-¿Y entonces? ¿Qué ha pasado, señora, que no me aclaro? Vaya abreviando que se me acaba el programa…
-Sí, sí, pues eso, mis cuñadas y que yo siempre he tenido a Alfonso estos años a mi lado.
-Pero, ¿no había fallecido?
-Hace lo menos 23 años, pero yo lo tenía en el mueble del salón, en un búcaro marrón, con una flor de lis.
-Me hago cargo, señora, me hago cargo.

-Pero mis cuñadas, ya te imaginas, 23 años con la misma historia, 23, que a ver cuándo cumples su última voluntad, que no pusieron el dinero del crematorio para que su hermano acabara al lado del televisor, que su hermano dejó bien clarito que quería que esparcieran sus cenizas por el barranco de San Emeterio, que ya no quedan jaras en el barranco y cuando eche los restos su hermano no va ya ni abonar el campo ni nada y no dará flores y se lo llevará el torrente y acabará en cualquier sembrado de los jamelgos vecinos de Alcociembres, que cualquier día meten una retroexcavadora en el barranco y lo llenan todo de chaletes y quitan las vistas y ya no habrá manera de hacer descansar en paz a su hermano, y oye Carmen que ya han plantado en el barranco un cartel de una inmobiliaria y oye Carmen que dicen que empiezan a construir este verano, y oye y dale y oye y dale y mira que al final Carmen servidora acabó el pasado enero con el búcaro frente al cartel, de Embutidos Serrano, porque mis cuñadas ni ven ni leen ni se enteran de nada, pero ya que estás Carmen qué te cuesta cumplir la última voluntad de mi hermano y Carmen mira que eres cerril y Carmen mira que siempre has sido muy cerril y Carmen mira qué cerril vas a ser siempre y Carmen y Carmen y Carmen y a tomar por saco Carmen, Mariano y mis cuñadas, que agarré el búcaro y lo estampé al fondo del barranco.
-Yo hubiera hecho lo mismo, señora, lo mismo.
-Ya, pero ahora ya no tengo en casa a Mariano.
-Y se va usted a sentir muy sola entonces esta Navidad.
-No tanto por eso, si esa soledad es la de siempre y a Mariano no le olvido, pero a la que más voy a echar de menos es a mi niña, a mi Rocío.
-Qué bonito ese nombre, señora, qué bonito, qué bien lo eligió usted, Rocío.
-Quita, quita, cómo voy yo a elegir el nombre.
-¿Fue acaso su marido?
-Por Dios, Carlos, no te enteras.
-No me diga que también fueron sus cuñadas… Dios mío con las santas cuñadas…
-Que no hombre, que no.
-Pues digo yo que alguien le tuvo que poner el nombre a su hija.
-Qué hija, Rocío no es mi hija, ay que me da la risa, Rocío es mi nuera. Déjame que te cuente...
-Claro que sí, pero si le parece otro día que van a dar las señales horarias y vienen los de las noticias…
-¿Ya me cortas, cariño? ¿No quieres que te cuente lo de Rocío?
-Sí, pero…
-Gracias, pues eso, Rocío, que no viene este año.
-¿No puede?
-Claro que puede, pero no la dejan.
-¿Trabaja?
-Pues no se lo he preguntado, pero a lo mejor hasta se ha puesto guardia, porque para pasar la Nochebuena sola en Sevilla…
-Un recuerdo para todos los hombres y mujeres de buena voluntad gracias a los cuales vamos todos a pasar más tranquilos estas fiestas.
-De buena voluntad nada, Carlos, mucha mala leche es lo que pasa y por lo que Rocío no viene.
-Alguien tiene que hacer las guardias.
-Estás hoy espesito Carlos. Que ella no viene por la guardia, que ella es jefa de Servicio en el Hospital de la Macarena y hace guardia porque le da la gana, que si hace guardia es para no estar sola, porque la dejan sola.
-Digo yo que o se queda ella sola o se queda usted sola y el hijo de usted habrá dicho de acuerdo con su mujer que mejor venirse para Madrid para que la madre esté acompañada.
-Pero qué acompañada. Si a mí también me dejan sola.
-¿Pero entonces dónde está el hijo de usted?
-Mi hijo y mis niños, y mis niños.
-Bueno, y sus niños, ¿dónde están?
-Se van a no sé qué del Disney ese de las princesas y los superhéroes, en San Fernando o Villalpando o no sé qué ando.
-¿Orlando?
-Eso, Orlando.
-Un poco lejos…
-Imagina, y que sí, que mi Martín y mi Valeria deben estar emocionados, que se lo merecen todo y que todo debe estar muy bonito en Navidad y qué ilusión les va a hacer, me alegro, me alegro mucho por mis nietos.
-Pero se dejan a su Rocío.
-Pues claro, ¿cómo se la van a llevar?
-Ah ya, ya entiendo, que ya no…
-Eso, ya no. Es lo que te quería decir, que se separaron hace cuatro años y el disgusto aún me dura porque ella es un cielo, es todo ternura, ella me adora y yo la adoro y los niños son lo que son por ella, que se desvive y siempre venían en Nochebuena, desde Sevilla, porque ella es de Sevilla, que mi Pedro la conoció en una playa de Huelva un verano que se fue de fiesta, y ella quería vivir allí, que sus padres eran muy mayores, que ya faltaron, Mati y Hermene, los pobres, qué dulce era Mati, y que siempre venían a Madrid, incluso cuando el juez le dio la custodia a ella, que me pareció bien, que Pedro no se hubiera apañado y siempre están con ella, menos los miércoles y un fin de semana cada quince días, que Pedro se los lleva y las vacaciones se las parten y todos los años desde que se separaron, todos, me oyes Carlos, todos, le tocaban los niños a Rocío y todos, sabes, Carlos, todos, Rocío se cogía los niños y se venía para Madrid, a casa de la abuela Carmen, para que la Navidad fuera en familia, rota pero unida, separada pero en Navidad una familia, aunque le tocaba a ella y ella se podía haber ido a donde le hubiera dado la gana con mis nietos pero venía, se tragaba el orgullo y se aguantaba con una sonrisa toda la comida al lado de mi Pedro, que ellos sabrán qué le hizo, que tuvo que ser gordo, pero se aguantaba y se respetaban esa noche y yo feliz, el año pasado también, pero este, ay este, que resulta que Pedro dijo de cambiar el orden y que Rocío se quede con ellos en Nochevieja y claro, como es su turno y le salen bien los billetes pues se van al Villalpando ese y, claro, no vienen este año, y qué sentido tiene que venga Rocío, la pobre, pero se va a quedar sola en Sevilla, bueno tiene una hermana, pero pobre Rocío. No debe haber otra fecha para ir al San Fernando ese, pobre Rocío. Me alegro por los niños, que lo aprovechen, aunque a mi hijo ya le vale, pobre Rocío.
-La quiere como a una hija…
-Como si fuera una hija, es también mi niña.
-La que nunca tuvo…
-Como te oiga Mari Jose.
-No, no, señora, no voy a caer en la tentación de preguntarle por esa Mari Jose. Ya nos hemos comido toda la publicidad. Qué placer ha sido hablar con usted señora. Van a sonar las señales horarias en 30 segundos.
-Pues seguro que me escucha por el internet y se va a enfadar como no diga nada de ella.
-Mándele un beso muy fuerte, a Mari Jose, que para eso tenemos tiempo.
-Hombre, Carlos, un beso a ella y también para Markus, para Stefan, para Enke y, en fin, un saludo para Thorsten.
-¿Zoste? ¿Qué nombre es ese, señora?
-Pregúntele a su madre.
-¿A Mari Jose?
-Pero qué a Mari Jose. Su madre se llama Fresderisca o Ferderika o Fredika, vamos, Federica, Mari Jose le dice Fede, pero vaya usted a saber cómo la bautizaron y si la bautizaron porque sólo la vi en la boda y otra vez que vinieron a Madrid y yo lo único que decía era danqué y ella gachas por aquí y gachas por allá y yo venga a decirle que lo más que sabía hacer eran migas y resulta que estaba diciéndome gracias, que es lo mismo que danke pero yo no sabía que era lo mismo pero el estirado de mi yerno me dijo que no necesitaba más alemán con ella que decir danqué.
-Danke, señora, danke.
-Pues eso, danke y muchas gachas.
(suenan las señales horarias)
-Muchas gachas, señora.
-Que conste que Mari Jose tampoco sabe hacer gachas.
-Nos vamos señora, nos vamos.
-Ya me gustaría que nos fuéramos todos, pero están en Alemania.
-Pues un recuerdo para todos, también para ese yerno llamado Zosten, hasta mañana, señora, hasta mañana.
-Y para Mari Jose.
-Y para Mari Jose, que ya nos contará otro día quién es Mari Jose, hasta mañana.

-Pues mi hija, Carlos, mi hija,  Mari Jose es mi hija, que vive en Alemania, que se pasa la vida en Alemania, que para verla hay que ir a Alemania, que sólo viene cada dos años porque vive en Alemania, allí, con su marido, con Thorsten, y con los tres niños, que son alemanes, Carlos, de Alemania, alemanes, con los ojos alemanes, el pelo de alemanes, las manos, los pies, la altura, de alemanes, con camisas de alemanes, faldas de alemanes, los pantalones de alemanes, los calzoncillos y las bragas de alemanes, todo el día comiendo comida de alemanes y todo el día en las fotos con caras de alemanes, que sólo tengo fotos de ellos y no parecen nada míos, qué penita me da no verles nunca, con su mentón de Thorsten, su nariz de Thorsten, con sus dientes de Thorsten y tan blancos como Thorsten, que no han sacado ni el moreno de mi Mari Jose, ni su sonrisa, ni sus curvas, y como no hablan nada español…
-Señora, ya se nos pasó la hora.
-Lo sé, Carlos, pero es que Mari Jose no les habla en español y no saben español y no puedo hablar por teléfono con ellos ni escribirles una carta ni contarles cuánto les quiero y cuando vienen sólo les puedo dar un billete de 20 euros que miran con sus ojos de alemanes y ya ni siquiera les compro nada porque su padre está forrado y están tan lejos que me ven con miedo y sin saber qué hacer, cuando vienen, pero nunca en Navidad, nunca, porque mamá, ya sabes, es tan bonita la Navidad en Alemania, es tan bonita Alemania, es tan maravillosa la gente de Alemania, porque Alemania, Alemania, maldita la hora que le metieron en la cabeza lo de Alemania. Te puedes figurar quién fue, Carlos, te lo puedes figurar.
-No sé señora, pero no quiero dejarla con la palabra en la boca…
-Dímelo, Carlos, quién fue.
-Señora…
-Vamos Carlos, si lo sabes, lo sabes.
-¿Zosten?
-Qué Thorsten, si lo conoció cinco años después. Te digo que a quién se le ocurrió que fuera allí.
-¿A su marido?
-No me metas aquí al pobre Mariano.
-Me rindo, señora, le juro que me rindo…
-¡Carlos! Fueron mis cuñadas, mis cuñadas.
-¿Sus cuñadas?
-Que si la niña es muy inteligente, que si con la Universidad no vale, que si tiene que aprender idiomas, que no sabes nada, que tiene que salir fuera, crecer, formarse, que si las becas, que si las leches, que si no tienes dinero nosotras ponemos lo que sea, por la niña lo que sea, por Mari Jose lo que sea, que hay que ver lo que se parece a Mariano, lo que se parece a nuestro hermano, Mari Jose, nuestra Mari Jose, lo que sea por ella, a Alemania, pues a Alemania.
-Y acabó en Alemania.
-Para morirse.
-Eso mismo me está diciendo el del control de sonido, señora.
-Pero cómo le digo nada, cómo le digo nada, después de tantos años y lo feliz que la veo y esos niños tan sanos y esa voz que me pone cada vez que me llama, porque me llama muchísimo, pero viene tan poco… esta Navidad tampoco.
-Siento que vaya a pasar la noche sola.
-Uy, Carlos, sola.  No hombre, tranquilo.
-Ah, ¿que no la va a pasar sola?
-A Dios gracias, no.
-¿Es que tiene más hijos?
-Parece que estuviera escuchando a Mariano desde el búcaro. “¿No quieres más hijos?” No quise ni tengo.
-Pues con sus cuñadas ya me ha quedado claro que nada de nada…
-Nada, con esas ni muerta.
-A ver si la están escuchando.
-Pues claro, pero ya lo saben, de sobra, como sabe mi Pedro lo que pienso, y mi Rocío, y mi Mari Jose, y mis pollitos Martín y Valeria, y mis alemanotes y hasta Thorsten, aunque parezca que nunca se entera. Pero lo cierto es que con sus altibajos y sus errores yo los veo felices, Carlos, los veo felices y si están felices, ya habrá tiempo, yo siempre tengo fe que habrá tiempo, ellos tienen que volar, nacieron para volar y yo para ver cómo vuelan, aunque sea de lejos, aunque no estén ellos en esta Navidad y me pase a casa de Manuela…
-Le he dicho que me rendía señora, yo y la radio entera, así es que dígame quién es Manuela, por favor.
-Mi cuñada.
-Pero cómo que su cuñada, por Dios.
-Sí, hombre, tranquilo, cuñada pero mujer de mi hermano Tomás, pared con pared toda la vida, y estaremos en su casa con ella y con los vecinos del cuarto derecha, que no tuvieron hijos y son un encanto y él colecciona mariposas y libros de antiguo y siempre nos hace regalos y este año vendrá un hermano suyo que es de un pueblo de Albacete y yo voy a preparar migas de primero y creo que lo vamos a pasar fenomenal.
-Me tiene que invitar un día a tomar sus migas, señora.
-Hay una silla libre esta Nochebuena.
-No me tiente que me lo pienso.
-No me halagues más, Carlos.
-Un beso fuerte señora y, para que vea que aquí tampoco importa el tiempo, vamos a hacer sonar otra vez las señales horarias. Contador a cero. Y que siga la programación y que siga la radio. Hasta mañana.
-Adiós, Carlos.
-Adiós, señora, adiós, adiós.

FIN


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